miércoles, 21 de enero de 2009

Bienvenida

Hola, me a costado esto de crear mi blog la modernidad me gana jejeje

La intención es poder tener un espacio dedicado íntegramente a la escritura o quizá a la creación, yo, básicamente subiré mis relatos, cuentos, ensayos, columnas y algunos proyectos que tengo en mente desde hace un tiempo y esperando que los amigos y parientes que me leen en facebook, adopten este nuevo lugar, para que asi me dejen sus comentarios, sugerencias y obviamente RECOMIENDEN a otros desconocidos sobre este nuevo lugar y comenzar a compartir, por ahi aparece algun ACTOR, PINTOR, ESCULTOR, BAILARIN, ESCRITOR y armamos un entretenido y próspero grupo.

Lo primero será subir todos los trabajos ya, entregados por facebook, para después empezar a ingresar los nuevos, asi que bienvenidos todos, a disfrutar la comunicación.

TIRA...DO EN LA CAMA

Tirado en la cama, a eso de las tres de la tarde, escuchaba música. El calor era insoportable. Por lo mismo, se encontraba sólo en calzoncillos, no tenía deseos de nada, sólo de descansar, pero que eso poco le duraría.

Un presentimiento, esa sensación en el estomago que parece que todo aprieta y te sube y te baja, eso que te quita la tranquilidad y te provoca una ansiedad de la que no puedes explicar ni entender, solo resta esperar, esperar…

Sus manos se movían por todo su cuerpo, le picaba la cabeza, la espalda, las piernas, los glúteos, las orejas, como si miles de moscas se parasen sobre su cuerpo por el placer de verlo retorcerse de desesperación.

Pronto bostezó una y otra vez, sus ojos se perdían en la pieza, más bien en las cortinas de la ventana que da al patio, tratando de ver que estaba pasando afuera con los gatos que corrían con sus pesados cuerpos por el débil techo de la terraza. Hacían pensar en personas, en niños que juegan a pillarse y eso le angustiaba cada vez más. El sueño se hacia más poderoso y lo vencía a cada minuto, lo abrazaba y no lo dejaba razonar. Nuevamente volvió a bostezar, hasta que se olvido que estaba despierto.

Pronto golpearon la puerta con gran fuerza, se levanto con la torpeza del somnoliento y se puso un short, salió a ver quien tenia tanto apuro. Cada paso le significaba un esfuerzo tremendo y tropezaba con las sillas del comedor, después con los sillones del living. Todo lo hacía con total y magnifica torpeza. Parecía un chiquilín de tres años.

Estaba frente a la puerta y la veía de manera distinta, no se había dado cuenta de que estaba manchada con dedos sucios y zapatos vulgares que se apoyaron en ella, quizás en aquella fiesta donde llego tanta gente y el no conocía a ni un tercio de toda esa muchedumbre. El color pastel de las paredes se había perdido, era algo gris, triste, como si fuera sucio. Solo al observar con los ojos abiertos sintió una gran tristeza, una soledad sin razón, el vacío en las sienes, un frío en el cuerpo que se termina cuando nuevamente golpean con mas fuerza que la vez anterior, no dejándole seguir observando lo demacrada que era la habitación del living.

Cuando abrió la puerta entraron cinco sujetos muy rápido, que no alcanzo a reconocer y solamente miraba sin poder entender. Todo se veía oscuro, sus ojos estaban encandilados con el sol, más bien con la luz que alcanzo a recibir cuando abrió la puerta. Los sujetos estaban impávidos y solo lo observaban con ojos duros, cristalinos, al borde de la ira. No se movían, no hablaban.

Pronto sus pupilas pudieron apreciar mejor a los “No Invitados”. Tenía curiosidad y nervios, pero no podía reflejarlos. Estaba inmóvil al igual que sus “No Invitados”. Solo movía sus esferas visuales y los veía.

Todos vestían iguales, todos de negro, zapatos gruesos negros, pantalones ajustados al cuerpo negros, jersey negro, guantes negros, sus rostros pintados de negro y unos gorros con viseras color pastel en sus cabezas.

Mientras terminaba de contemplarlos, ellos se acercaban a él con suavidad, rozando su piel hasta tocarlo. Las caricias eran cada vez más. Pronto uno de ellos lo beso apasionadamente y el resto le mordía el cuerpo con ternura, no sabia que hacer, si correr y pedir ayuda o quedarse a vivir esas sensaciones de aquel momento.

En ese instante, uno de los no “No Invitados” le corto una tetilla con una hoja de afeitar y mientras sangraba no dejaba de besarse y así los demás lamían su cuerpo que enrojecía por la sangre. Sentía una mezcla rara de pánico y placer que prefería cerrar los ojos y sentir que no estaba.

Mientras los otros le cortaban los dedos de los pies, él no grita, no puede; una mano recorre su espalda y con tranquilidad le corta la carne en giros y líneas paralelas con un bisturí. La sangre caía rápidamente y mojaba el piso de madera que la succionaba; le mordieron las nalgas hasta sacarle pedazos y no gritaba; se seguía besando. Sus brazos sin fuerza volaron por el aire hasta tocar con fuerza la pared gris. Ahí sus manos pegaron con sendos clavos.

Pronto le cortarían una oreja por la mitad y al rato la otra era arrancada de un mordisco. Sus piernas las abrieron y desde los muslos acariciaban con exacerbante morbosidad, con deseos, con sudor, con pasión, con nervios. Empiezan a cortar en líneas horizontales, profundas; toman una sierra y desde las rodillas cortan, para luego guardarlas en una bolsa. Una de las tantas manos que se paseaban por él, se deslizo hasta los genitales, se retiro el guante y su blanca piel contrastaba con sus lindas uñas rojas; tocaba con dulzura sus partes íntimas.

Él la podía ver mientras se seguía besando, sus manos se rasgaban por el peso del cuerpo y la sangre desteñía aun más la triste pared, pero no podía evitar el placer de esa mano que poco a poco era más excitante y brusca. El no lograba darse cuenta de las perdidas de su cuerpo.

Luego los gorros color crema volaron por toda la sala del living y largas cabelleras rojas se agitaban en el aire espeso de la sala, mientras él sudaba y sangraba su cuerpo. Luego los ojos tuvieron color, color de verdad. Eran profundos, vivos, que se reían de él y su patético cuerpo mutilado, pero muy excitado. Los labios se enrojecieron y se hicieron extremadamente sensuales. Sus pechos se hicieron ver como grandes brotes de vida, como flores que necesitan el sol y salen a buscarlo; son grandes, poderosos, suaves que se deslizan por lo que queda de su cuerpo, rozando las yemas de unas manos ansiosas, pero torpes. Cuando en eso le cortaban el dedo anular de su mano izquierda, caían lágrimas de unos ojos nublados, pero no gritaba, el dolor era inmenso. Su corazón se agitaba de tal forma que se sentía en toda la casa, pero se detuvo justo cuando era cercenado el dedo meñique de su mano derecha. Por fin se quejo. Se ahogaba con la saliva. El dolor ya no lo podía soportar, pero se excitaba aún más.

La boca se le llenaba de babas y lenguas de sus “No Invitadas”. Le mordían los labios, la cara, le jalaban el pelo, cuando un grito gutural se escapo, sintió desprenderse sus genitales y en los sollozos abrió los ojos y vio a ELIZA sobre él, con sus manos apretando su sexo y reclamándole sus servicios de buen amante y esposo. Sus largos cabellos rojos tocaban sus ojos llenos de lágrimas y en ese momento pudo comprender que estaba ahí para darle a aquella mujer que eligió para toda la vida lo que quería. Y por que no complacerla, ella lo merece; hasta poder eliminarla. Ella es peligrosa…

Caliente, caliente heo, caliente, caliente hea

Quieto.., quieto te digo!
Asi esta bien,
ahora sacate los zapatos,
tranquilo, tranquilito, asi, eso...
Ahora los pantalones,
Mmmm, bien, bien...
Ahora la chaquetita,
listo!!!, lindas piernas.
Me falta poco, mmm...
ya me voy ah!!!


Y salió corriendo con mi ropa.
Esto me pasa por pelotudo!!!
Y tan linda que se veía en la disco, hum....

Es una puta de mierda
y yo un güeón caliente...

Manos vacías

No quiere caminar, está exhausto, ha sido una larga-tediosa mañana (desde las 09hrs a 14:28hrs), frente a la tienda miraba sin ver, ya no le interesaba nada ni nadie, sólo seguía a la mujer, ella todo miraba, todo es de su interés, los precios, sistemas de pago, marcas y garantía, lo peor es que no tiene dinero, sólo sueña que va a comprar algo.

Ya el hambre, el sueño, el agotamiento lo van derrotando, no quiere molestar, pero ya se quiere ir.
La mujer se ha percatado y lo obliga a seguir, primero está ver a que precio está aquél vestido con esa chaqueta y aquella blusa que también combinan y quizá con la tarjeta visa reventada del pobre y triste marido, podría comprar.

En una tienda próxima, el niño se acerca a ver la vitrina y encuentra algo de su interés, un BATMAN en una apoteósica BATIMOTO, tenía un brillo dorado en sus ruedas, la postura del muñeco es soberbia, es grande, la capa es enorme y ondulada que cubre toda la parte de atrás de la espectacular moto, la cara del muñeco es perfecta, es como ver al actor!, el solo hecho de tenerlo en sus manos lo hacía volar, sentir que sus compañeros lo admirarían por tan maravilloso trofeo y en un arranque de entusiasmo le habla a la mujer…


Niño : ¡Mamá!

Mujer : (sin mirarlo) ¿Qué?

Niño : (jalándole el brazo) Cómprame el BATMAN, que está ahí…

Mujer : (molesta) ¿Qué cosa?

Niño : (con temor y la mirada hacia el suelo) Eh…, cómprame el BAT…

Mujer : (lo interrumpe) ¡Deja de pedir tonteras! No tengo plata pa’mi, menos pa’vo

po’mierda…


El niño la mira, está cansado, una lágrima quiere caer por su piel morena, tiene rabia, tiene pena, pero sabe que es mejor no continuar con la petición, una cachetada y peor aun si es en público, no lo soportaría. Decide seguir tras de ella hasta que vuelvan por fin a la casa con las manos vacías.

NUNCA DIGAS adios

-¿Y qué piensas hacer ahora?-, se preguntaba mientras entrelazaba sus propias manos.
Sentado sobre su cama, solo en calzoncillos y una polera puestos, seguía recordándolo, como ya lo venia haciendo desde hace meses, casi, casi desde que se separaron y quizá aun más.
Se acarició los brazos, como si tuviese frío, -¡Pero qué mierda, si es verano!-, pero tenía la piel helada.
Se rascaba la frente mientras recordaba aquellas tardes de principios de Abril, cuando había viajado para estar juntos los dos por unos días en Viña, -¡Mis viejos se van por una semana, así que me quedo solo en el departamento!-, fue la llamada motivante, para ambos. Se recostó con los ojos cerrados sintiendo la brisa helada de la tarde en el cerro Barón, donde está la Iglesia de santa Rita de Casia,-¡Me encanta valpo!-, le decía Oscar.
Con esa imagen se dispuso a llamarlo; no se hablaban desde que se separaron en la estación “Universidad de Santiago” del metro en la capital, hace seis meses.
Estaba nervioso, no sabía como reaccionaría al escucharlo, se sentía un poco más valiente por las cervezas que esa tarde había bebido junto a su amiga Helga,-¡Pero eso no asegura nada!-, marcó su número celular y le habló,-¡¿Andrés, hola cómo estás, soy Oscar!-, al otro lado del fono hubo un breve silencio, pero la conversación se dio en un tono ameno, hablaron y recordaron. Era Oscar el que más hablaba, un poco la ansiedad, otro tanto las cervezas, al final se despidieron acordando la posibilidad de verse pronto y tomar juntos un café.
Oscar, se sentía alegre, pero al mismo tiempo preocupado porque de todas formas Andrés, se había percatado de que estaba bebido y eso era quizá patético.
Durante la semana se siguió sintiendo estúpido,-¡No debí llamarlo, estaba “bebido”, debo haberle parecido un imbécil!-, hasta que se decidió a viajar a Viña del mar y recorrer aunque fuera solo todos aquellos lugares preferidos por ambos y llegar hasta el cerro Alegre, solo para pasear por el mirador y luego pasar al “Olor café”, a tomar un chocolate italiano o un café irlandés.
Era viernes y a eso de las dos de la tarde se encontraba en la avenida Valparaíso en pleno centro de Viña, caminó por unos minutos mirando las tiendas, hasta que se detuvo en uno de los bancos y se sentó, ensayó una vez más lo que iba a decir,-¡Hola Andrés, estás ocupado o tienes algo qué hacer…, ah, porque quería saber si quieres dar un paseo conmigo y tomarnos el café qué acordamos…, sí, estoy en Viña!-, pasaban por su mente todas las posibles respuestas, la gran mayoría negativas.
Pasaron otros minutos dudando, hasta que un fuerte suspiro dio paso a que tomara el teléfono desde su bolso, buscó su nombre (Joven Andrés), y lo marcó.
Dijo todo tal como lo había ensayado, apretó los ojos esperando lo peor, pero al final en 25 minutos llegó Andrés a la cita.
Estando frente a frente, se sonrieron nerviosamente, Andrés alzó la mano y Oscar lo abrazó; fue un abrazo corto, un poco incómodo, pero seguía habiendo cariño.
Caminaron toda la avenida del mar, luego estuvieron un rato en la playa, la conversación era rara, como intentado demostrar lo “maravillosamente” bien, que están, se miraban, se sonreían, pasó rápidamente la tarde, ya había llegado la hora de ir por el café…
Se detuvieron frente al local, Oscar miraba como un niño maravillado de estar nuevamente ahí, Andrés lo miraba sonriente y también emocionado.
Una vez dentro, sintieron el alivio que da la calidez de esos pequeños locales llenos de aromas a café, chocolate, la canela y naranja de las galletas, la amabilidad de la anfitriona; pidieron la once “especial”, consistente en un surtido de galletas caseras de naranja, manzana, trigo y chocolate, más dos cafés uno de butterscoth y el otro italiano, en tazones de greda.
Al poco rato Andrés no aguantó y dio comienzo al tiempo de la verdad,-¿Qué quieres Oscar, qué pasa?-, este lo miró mientras revolvía su café en el bello tazón de greda pintada, se encogió de hombros, volvió a sonreír.
El silencio solo era interrumpido por otra pareja en una mesa cercana, tomaron una galleta de la bandeja, las manos se rozaron, se miraron; mientras Andrés le daba el primer mordisco a la suya, Oscar le contestó,-¡No lo sé, te he extrañado mucho, quería saber de ti, saber si estabas bien, eso…!-, volvieron a sonreír.
-¡Nos separamos hace seis meses, no era lo que queríamos, no era lo que tú, querías, no lo hicimos porque nos traicionamos, nunca existió “alguien” entre nosotros, fue más por tu inseguridad, por mis problemas económicos, por malos entendidos, tus reacciones viscerales, mi extrema calma, quizá mi falta de acciones o actitudes cariñosas hacia ti, tal vez nuestra diferencia de edad, nuestra diferencia de carácter, no lo sé…, solo sé qué eres el mejor hombre en mi vida y te extraño!-.
Andrés escuchaba, su corazón latía fuerte, a pesar de querer parecer distante e inmutable, seguía queriendo mucho a Oscar; sabía muy bien que hubieron errores de ambos, que la distancia jugaba un “rol” en contra, importante, él en Viña y su “amor” en Santiago, pero realmente lo de ellos era distinto a lo usual en este tipo de relaciones, los dos siempre fueron honestos, (¡Bueno, lo típico que todas las parejas creen!).
-¡Además siempre me decías que no podías ser amigo de un “ex”, por eso tenía temor de llamarte y que me colgaras el fono o me mandaras a la mierda; los primeros meses igual estuve tranquilo, te recordaba, pero estaba relativamente bien, luego me enteré de que estabas con otra persona, fue incomodo, pero así es la vida, como diría Grace Jones…!-.
Los dos rieron fuerte, se les iba yendo la once en recuerdos, siempre miradas cómplices y furtivas.
El ambiente se les hacía más íntimo, romántico, bebieron otro café,-¡Estás más lindo!-, le dijo Andrés,-¡Y tú, igual de guapo!-, fue la respuesta de Oscar.
Siguieron en silencio, uno dulce, cálido, hasta terminar sus cafés, pidieron la cuenta y a pesar de insistir en que la pagaran a medias, canceló Oscar.
Salieron y ya estaba oscureciendo, caminaron por el paseo Atkinson, se detuvieron en el hermoso mirador del cerro Alegre, a ver los últimos segundos de sol ahogándose en Valparaíso, se oscureció rápidamente y las luminarias hicieron su espectacular aparición, los cerros comenzaban a brillar, pero de una manera distinta y eso maravillaba a Oscar,-¡A veces llegué a creer que te gustaba más Valpo o Viña qué yo…!-, le reprochó con ternura Andrés.
Se miraron fijamente varios segundos, para luego tomarse secretamente las manos.
Bajaron en el desvencijado ascensor del cerro, iban solo ellos dos dentro, Oscar miraba embobado por las ventanas, mientras Andrés estaba sentado mirándolo y recordando el pasado de hace seis meses.
Ya en la calle, caminaron en dirección al centro de la ciudad, el ruido de las micros, colectivos y autos particulares no rompían el silencio de ellos.
-¿Qué hacemos ahora?-, preguntó Andrés, un largo suspiro de Oscar, acto seguido se encogió de hombros,-¡Al terminal de buses, se está haciendo tarde y ya debo irme…!-, volvieron a hacer mutis y siguieron caminando, no quisieron abordar una micro a pesar de la distancia prefirieron ir de a pie (¿Para qué tanta prisa?).
Quedaba poco tiempo, aun había que hablar, aun dolía el pecho, era ahora o nunca,-¿Me quisiste alguna vez?-, largó Andrés y sin mediar tiempo siguió,-¡Yo te quise mucho, lloré cuando nos separamos…, pienso que fuiste bueno conmigo, pero qué nunca me quisiste, que lo nuestro, mejor dicho lo “tuyo”, jamás fue amor…!-.
Siguieron su camino en silencio, a pesar de lo dicho estaban tranquilos, cada cierto rato Oscar lo miraba y le guiñaba un ojo…
-¡Siempre te quise!-, dijo Oscar.
Andrés lo miró triste.
-¡Aun te quiero…, siempre desee amarte, pero tú ibas demasiado rápido y no te dabas cuenta de que me exigías lo mismo, siempre creías que todo debía ser cómo tú, lo imaginabas, cómo en los cuentos de hadas, yo no calzaba en tu supuesta “normalidad” de las cosas, cuántas veces te lo dije…, sé qué me equivoqué, que me faltó ser más afectivo, demostrártelo…, algunas veces me comporté como un niño chico y quién no...?, nunca pensabas bien antes de hablar, dijiste cosas feas, dolorosas, te imaginabas lo peor y nada estaba pasando…, tú siempre ibas veloz, ya me amabas, yo también quería amarte, pero me ganabas y te molestaba eso, nunca separaste qué tú, no eres yo…, y a pesar de todo este tiempo, a mi manera te amo, al final de la “carrera” te amo…, no pienses nunca que no te quise, nunca digas que no eres importante para mi, jamás he pensado o sentido que fuiste un anécdota en mi vida…!-.
Andrés lo miró fijamente, tenía muchas sensaciones, sus ojos brillaban al final le sonrío, los dos suspiraron hondamente.
El resto del camino fue lento y silencioso, una vez en el terminal de buses, los dos buscaron el pasaje más económico, ya pasaban de las 21:30 hrs.; y el que compraron era para un bus que salía en ocho minutos más.
Se sentaron en una de las bancas en el andén, compartieron un cigarro, hablaron poco. El bus llegó a la hora exacta, ya era el tiempo, se abrazaron fuerte, esta vez fue intenso, largo y para nada incomodo.
Oscar caminó rumbo al bus,-¿Nos volveremos a ver?-, le preguntó Andrés a la distancia. Oscar le sonrío,-¡Siempre!-, le dijo convencido.
Al rato el bus partió.
Esa noche Andrés y Oscar se lloraron por última vez, las playas de Valparaíso y Viña del Mar estuvieron en silencio…

martes, 13 de enero de 2009

Saludo a un amigo


mi edu querido...


aqui queda tu blog...


un besote grande...


Cynthia...